Consulta
Tía Julia:
Le escribo porque entre mis importantes y trascendentales resoluciones para el 2023 que como usted dice suma siete y este es un número de suerte, estaba el escribirle esta epístola porque estoy viviendo una colosal tribulación con características desorbitantes y desmedidas que me están cansando el espíritu y los contactos eléctricos de mis ya macilentas neuronas.
Se trata de mi querida y atractiva novia oriunda del pueblo de Aguas Buenas y a quien su progenitora, doña Lupe la bautizó con el curioso nombre de Xenobia que no aparece en el santoral católico donde rebullen nombres tales como Santa Eulalia, Clodomira o Anacleta.
Esta muchacha intrínsicamente bella es hija única y su mamá enviudó muy joven cuando su esposo se quedó un día mirando para adentro en forma permanente. Zenobia tenía en ese entonces 62 meses de existencia en esta dimensión del universo.
Desde esa fecha la mamá lo sobreprotegía y cuando le conocí le noté, además de su hermosura y primor, ciertas tendencias a la ansiedad y a la misantropía. Sin embargo y pensando en lo que decía Donald Trump, “no somos perfectos;” me dediqué por entero a quererla, pero ahora está peor a pesar de mis intentos de alegrarla y compartir con ella las tretas que recomiendan las muchachas que escriben en la Voz para realzar relaciones íntimas y sexuales grado cuatro.
A Xenobia se le han desarrollado una serie de obsesiones como la de tenerle un verdadero terror a las funerarias y a los funerales. Es tan fuerte este síntoma, que ya no conduce por calles donde haya compañías dedicadas a las exequias o necrópolis porque siente ahogos, palpitaciones cardiacas y sofocaciones tan intensas como un orgasmo acentuado con cannabis que ahora se compra barato en New Haven.
Olvídese de transitar por la avenida Washington más conocida en Hartford como la “Avenida de la Carne” debido al comercio ilegal y nocivo que se lleva a cabo cuando el sol se esconde y las sombras de la noche caen sobre los tipos que se juntan en las sombrías esquinas para vender ahora marijuana mexicana con fentanilo. Allí había otra funeraria que se fue a ajuste por culpa de las mujeres que se paraban en la esquina con un cartel que decía “pase a casarse sin compromiso.”
Hace poco un facultativo le pidió a mi novia que se hiciera un MRI con contraste del cerebro en una de las sucursales de Jefferson XRays y cuando la estaban acomodando en el sarcófago ese donde el paciente queda encerrado como un astronauta, a mi Zenovia la tuvieron que sacar de inmediato porque al sonido de los descabellados y desatinados golpes de la resonancia magnética comenzó a gritar y tirar patadas diciendo que la querían enterrar viva y me echaba a mí la culpa.
Yo trataba de calmarla diciéndole que contara hasta diez y recordara nuestros momentos íntimos de pasión, pero no se pudo relajar.
Últimamente y por consejos de un terapeuta al que apodan Buda, está escribiendo cuentecillos los cuales me provocan intranquilidad infinita ya que los temas son siempre más siniestros que unas vacaciones en Ucrania y se me paran todos los pelos de punta, incluso aquellos. Le envío algunos de los títulos para que usted capte el meollo del asunto.
El más reciente se intitula “El sótano sin puerta ni ventanas,” otros se llaman “El dilema de la abuela virgen secuestrada en puerto Plata,” y “La garra que aprieta a las tres de la mañana,” los cuales son más tristes que quinceañeros de mormones.
Yo no sé que hacer ya que a esta fémina yo la adoro y responde muy bien a mis caricias, pero sus pensamientos negativos me preocupan y me precipitan anímicamente hacia abajo como la fuerza de gravedad a los limones.
Gracias desde ya por sus peritos e ilustrados consejos y por favor trasmita mis saludos a quienes trabajan en La Voz que ya es conocido con creces en mi país de origen donde le imitan, pero no superan.
Arcadio Buendía Cintrón
Respuesta
No sé porque, pero tu nombre y apellido me son más familiares que el de Santa Claus. Lo que sucede es que en la escuela superior leí con esfuerzos sublimes la interminable novela “Macondo” del gran García Marques, premio Nobel de literatura, pero me cansó los macos porque la letra era chiquita. Sin embargo, el escribe de un modo más entendible que el tuyo y te lo digo con respeto sin un pérfido afán de chismorrear o impugnarte.
Admiro tu forma de escribir, aunque como sucede con la gente de tu país que dicen que hablan mejor el “castellano” y pronuncian excesivamente las “eses;” utilizas demasiados sinónimos en un esfuerzo inútil y desmañado para impresionar a quienes te escuchan o leen.
Esta técnica o más bien mala costumbre es más repetitiva que las películas de Netflix. En el español escrito te recomiendo que recuerdes las palabras “precisión, claridad y rapidez” para que aquellos que te lean no se aburran ni mareen.
Ingresando al meollo de tu consulta, tienes un problema grande con tu amor de tus amores, Zenobia, quien tiene un nombre más raro que sirena con tanga, con todo respeto, y el cual para resolverse como los problemas de álgebra requiere de mucha paciencia y terapias.
Claramente teme a situaciones relacionadas con la “poderosa” nombre con el cual Pablo Neruda llamaba a la muerte. Ella se angustia los cual habrá ya discutido con el terapista Buda.
Aparentemente, en mi opinión y en tu extensa misiva, Zenobia sufrió un trauma brutal cuando fue obligada siendo niña, ir a la funeraria a ver y besar a su padre que estaba tieso y frío, costumbre en la cultura hispana al velar al cadáver y despedirlo.
Sin embargo, influye también el factor de una madre muy protectora que no dejó a esa joven madurar y hacerse mujer en el sentido más amplio de la palabra porque no quiero, con todo respeto, usar el bodrio de palabra LatinX inventada por las feministas y las gringas.
Pero fíjate que el lado positivo del problema es que está escribiendo cuentos terapéuticos acerca de sus temores para el señor Buda y aunque no creo que consiga algún día el Premio Nobel, se está desahogando de la cosa ésta que le amarga la vida.
Sin ir más lejos hubo un escritor llamado Edgard Alan Poe que cantaba con un corcho en la boca y que se ganaba los chavitos escribiendo cuentos de horror y misterio para un periódico de aquellos tiempos cuando no existía la cajita con pantalla que pone a la gente boba y obesa.
Tanto escribió acerca de la muerte, la morgue, y asesinatos que feneció muy joven de alcoholismo, pero no se suicidó como lamentablemente acontece ahora con los artistas famosos y roqueros que abusan de las drogas. Digo esto lamentando la triste suerte de la hija del gran Elvis Presley.
Es que hay obsesiones de todo tipo y existen así personas que se enfrascan en la política y les encanta postularse -aunque no tengan chavos- en elecciones como candidatos para alcalde, mientras que otros desarrollan fobias al jabón y a las saludables duchas.
Ahora, esto del terror a la muerte lo tenemos todos, pero bregamos con eso disfrutando en el presente de esta existencia la natura, los hijos, familiares y la compañía de personas que no sean tóxicas.
Yo no sé si ya le han recomendado las pastillitas rosaditas, pero creo que parte del tratamiento es sacarle esas ideas de encima.
Estas son técnicas que usan los neuropsicólogos que son personas que hablan tan enredado como tú, pero que de repente hacen sentido.
Te deseo suerte y por ahora escóndele los obituarios del Courant con fotos de la gente blanca que se muere ya que aún no está preparada para digerir esa información
Tu Tía
Comentario a los Sabios Consejos de la Tía Julia.
Con mi novia echamos de menos el tiempo de fiestas, encuentros familiares, cenas con pasteles, el arroz con gandules, las chuletas y los tragos del buen coquito. Nuestro propósito para las fiestas venideras en el 2023 es abandonar la costumbre de enviar tarjetas de saludos porque cada envío cuesta un dólar y ahora la gente se conforma con mandar mensajes en el Facebook. Gracias. Paulo el declamador jíbaro de Waterbury.