Por Juan D. Brito
Las estadísticas están demostrando que, en Connecticut, el voto latino se volcó apoyando el pasado martes tres de noviembre al candidato demócrata Joe Biden; sin embargo, la obstinada negativa del actual presidente Donald John Trump de conceder su derrota trae a la memoria de nuestros países de origen lamentables sucesos que esperamos no se repitan en los Estados Unidos.
Las cifras electorales son claras porque Biden ha superado contundentemente en voto popular a Trump por la cantidad de cinco millones, ciento treinta y cinco mil, novecientos setenta y siete votos, consiguiendo 279 votos electorales. En la historia de las elecciones de los Estados Unidos lograr el 50.8% del voto popular es una victoria irrefutable tanto aquí como en otras naciones; pero el perdedor Donald John Trump se niega a aceptar el veredicto con el sorprendente apoyo de algunos lideres del partido republicano.
Este es un motivo de preocupación.
El jueves cinco de noviembre el presidente cita a una extraña conferencia de prensa no para solicitar calma por parte de la ciudadanía para cuando se supieran los resultados, sino para reiterar su creencia de que se estaba cometiendo un fraude electoral. El tono de su desarbolado discurso, las amenazas expresadas por Trump antes de la elección de movilizar a sus simpatizantes en el caso de que perdiera, tuvieron para muchos latinoamericanos el tono de un posible golpe de fuerza para burlar la expresión popular.
El recuerdo del golpe de estado relámpago con el cual se derroca al presidente Evo Morales de la presidencia de Bolivia para reemplazarlo por un gobierno de facto autor de una brutal represión en contra de los partidarios del presidente constitucional a quien también se acuso de haber cometido un fraude en las elecciones; fue una inmediata reacción y doloroso recuerdo de quienes hemos vivido abusos de poder, robo de elecciones legitimas y golpes de estado de todo tipo.
Personalmente las palabras de Trump declarando que hubo fraude en un proceso electoral ejemplar donde no hay hechos comprobados de manipulación de votos o arbitrariedades; trajo a mi memoria un hecho acaecido en 1988 cuando el pueblo chileno rechaza de un modo contundente y con el poder del voto la opción de que Augusto Pinochet Ugarte convertido con la fuerza de las armas en un dictador desde el 11 de septiembre de 1973, permaneciera en el poder como “presidente” por ocho años más.
Fui uno de los cientos de observadores internacionales acreditados para ser testigo del proceso de elecciones través del voto directo, y desde las ocho de la mañana hasta el cierre de los recintos electorales vimos un proceso nítido de contabilidad de votos con observadores tanto del grupo que apoyaba la extensión de la dictadura como el de que la rechazaba. La entrega de los cómputos oficiales seguidos por una bien organizada red de informaciones paralela de los que se opusieron a los deseos de Pinochet se retrasaba, y ya a las nueve de la noche había señales de que el dictador iba perdiendo.
Alrededor de las diez de la noche Augusto Pinochet se dirigió al país diciendo que los servicios de inteligencia de las fuerzas armadas habían “detectado movimientos subversivos de personas armadas y disfrazadas con uniformes de la policía en buses oficiales de esa institución.” El rostro del dictador, el tono de su anuncio hacia prever que algo estaba tramando y se temió un autogolpe, otra táctica de gobiernos autocráticos. En algunas avenidas del Santiago, la capital de Chile se observaba la presencia de camiones militares y carros blindados a la espera.
Afortunadamente, uno de los integrantes de la Junta de Gobierno compuesta por los generales del ejército, la marina, la fuerza aérea y carabineros, filtraron a la prensa que en realidad Pinochet había perdido la elección y los cómputos finales favoreciendo al NO a la propuesta de extensión de la dictadura fue reconocida en el país e internacionalmente.
Por este motivo para la comunidad latinoamericana el inaceptable discurso de Donald John Trump durante el proceso electoral la noche del jueves 5 de noviembre, nos alertó de potenciales actos contrarios a la ley y a la Constitución de los Estados Unidos.
Lo maligno de su actuación y discurso poblado de amenazas negando los ya inapelables resultados, debe ser denunciado porque sus argumentos son altamente divisivos y desconocen los votos electorales y el voto popular que favoreció a Joe Biden y Kamala Harris.
En nuestros vecindarios donde hay cientos de miles de latinos y puertorriqueños con buenas y malas experiencias en contiendas electorales hay confusión y el temor de que Donald John Trump vaya a intentar con sus fanáticos seguidores acciones violentas.
A diferencia del discurso del presidente, Joe Biden había solicitado calma y paciencia durante el cómputo de votos.
Celebra de una manera digna y discreta el sábado siete su merecido triunfo y clama por unir a los Estados Unidos, reanudar con respeto el dialogo político y enfrentar a partir del 20 de enero las verdaderas batallas que nos esperan: la segunda ola del Covis-19 que Trump nunca ha tomado en serio, la necesidad de apoyo económico a los que serán desplazados por la necesidad de confinamiento y el distanciamiento social debido a la Pandemia, el regreso de los Estados Unidos a foros internacionales para luchar en contra del calentamiento global, la reincorporación de USA a la Organización Internacional de la Salud, y la reconstrucción de la amenazada democracia en los Estados Unidos.
Desde ahora hasta el miércoles 20 de enero, los que creen en la democracia, la verdad, la unidad y rechazan los subterfugios y trampas para dañar la Constitución y los procedimientos democráticos, deben permanecer en estado de alerta.
Definitivamente Donald John Trump como individuo y fracasado político es un peligro y debiera conceder su derrota hoy mismo iniciando un proceso nítido y limpio de transición.