“¡Allí anda migración!” Son las exclamaciones que escucho de mi pueblo hispano inmigrante en este país, mientras el pánico se apodera en las familias; siento más que una persecución física, una percusión psicológica desde la toma de posesión del nuevo presidente.
“Mis hijos te aprecian mucho y te respetan, si algo sucediera, ¿te harías cargo de ellos?” me dicen las voces temerosas de mis amigos cercanos, mientras el corazón se me quebranta, les hago saber que siempre estaré para ellos, pero a la vez los motivo y trato de ayudarlos a fortalecer su fe, teniendo la esperanza, que nada malo va ha suceder.
Creo que todas en alguna temporada de nuestra vida hemos experimentado confusión, miedo o incertidumbre por algo, o tal vez desorden por algo; desorden en nuestras finanzas, en nuestro empleo, en nuestras relaciones, en nuestro hogar, con nuestro tiempo… Desordenes que nos dejan sintiéndonos estancadas o confundidas y nos limitan a ver qué dirección tomar.
Esto me recuerda al libro de Deuteronomio, de como el pueblo de Israel estaba estancado, aun cuando Dios milagrosamente los había liberado de Egipto. Pero su renuencia a no confiar en Dios plenamente y no tomar la tierra prometida, los dejó en un gran desorden; seguían estancados dando vueltas y vueltas, en un trayecto que pudiera haber durado 11 días, se convirtió en 40 años en el desierto.
Finalmente, el Señor les dijo: “Ya han estado vagando lo suficiente por esta zona montañosa; ahora diríjanse al norte” (Deuteronomio 2:2-3). Dios habló a su comodidad y dejó en claro que era tiempo de tomar una nueva dirección.
Este es un momento crucial para el pueblo de Dios, ya que era tomar una decisión de seguir estancados en el mismo lugar, o de elegir confiar en Dios y empezar a caminar en la nueva dirección.
Un día, la mayoría de nosotros emprendimos un viaje “al Norte”, a excepción de los latinos nacidos en este país, independientemente en la forma en que cada extranjero llegó a este país, pero salió rumbo al “País de los sueños”, “al Norte”, como comúnmente es conocido. Pero lamentablemente, al pasar el tiempo, muchos han perdido el norte, y, sobre todo, en medio de esta persecución psicológica, no los siento en el norte, sino caminando en círculos en medio de un desierto espantoso.
¿Cuál es tu norte? Seguramente alguna vez habrás escuchado esta pregunta refiriéndose a saber la dirección en la que te estás moviendo personal o profesionalmente, las metas y objetivos que persigues o el significado que has decidido darle a tu vida.
Durante siglos, los marineros navegaban los mares guiados por la estrella polar, dada su cercanía al polo norte celeste y la consistencia de su posición. El saber en todo momento la posición del norte les permitía a los navegantes trazar la trayectoria a seguir y realizar cualquier tipo de corrección necesaria en el rumbo de la embarcación.
Así mismo, en un mundo tan cambiante, es vital contar con un norte fijo, con principios y valores que nos orienten y nos ayuden a tomar las decisiones correctas, especialmente en los momentos más difíciles.
Sin duda alguna, la característica más importante de la persona exitosa es la claridad que tiene en el norte de su misión personal y propósito de vida, las metas, sueños y objetivos que desea alcanzar, y los principios y valores que quiere que gobiernen su vida y sus acciones.
Tener un norte claro les permite saber en todo momento hacia dónde van, y ese conocimiento les provee el entusiasmo, la disciplina, la perseverancia y el enfoque que suelen caracterizarlos. Esta claridad les da también la opción de ser más efectivos, de tener una mayor capacidad para influir sobre las demás personas y de ser más productivos en las diferentes áreas de la vida. Nuestra misión de vida es el eje central que guía nuestras decisiones, nos ayuda a sentar metas y nos sirve para asignar prioridades.
Cuando las circunstancias se tornan amargas o demoran demasiado, es fácil pensar que Dios nos ha olvidado o que preferiría no ocuparse de nuestros problemas. Pero pensar que Él no está haciendo nada, pensar que a Dios no le importa, simplemente no es cierto. Dios está tan involucrado en cada detalle y en el resultado de nuestras vidas, como lo estaba en el pasado con sus discípulos.
En este día te digo que “¡No temas!”, Dios realmente está con nosotros, nunca nos dejará, ni nos va a desamparar en una tierra extranjera, por favor, “no pierdas tu norte”, porque Dios tiene cosas grandes para cada uno de nosotros, y él ha prometido bendecirnos en esta tierra, por alguna razón estamos aquí. El Todopoderoso cerrará boca de leones y calmará los ríos impetuosos. “Mis pensamientos no se parecen en nada a sus pensamientos—dice el Señor—. Y mis caminos están muy por encima de lo que pudieran imaginarse. Pues así como los cielos están más altos que la tierra, así mis caminos están más altos que sus caminos y mis pensamientos, más altos que sus pensamientos” (Isaías 55:8-9).