“Un padre no es un ancla que nos retiene, ni una vela que nos lleva, sino una luz que nos guía y cuyo amor nos muestra el camino”
El Día del Padre es un día muy importante para cualquier familia, ya sea para pasar el día con papá o para recordarlo si ya no está. Hay muchos regalos que puedes hacerle en este día, y los mensajes del Día del Padre siempre son bienvenidos, ya sea una linda carta, una tarjeta o un saludo por el medio que se desee.
Hoy en día, el padre se define por ser tecnológico, empático, amoroso y responsable. Este nuevo modelo de paternidad no solo se enfoca en proporcionar sustento material, sino también en ofrecer apoyo emocional y comprensión a sus hijos. Un padre moderno comprende que su misión es educarlos conscientemente para asegurar un futuro mejor para sus hijos, un futuro que debe construirse día tras día, con responsabilidad, ética y empatía.
El Día del Padre es una ocasión especial en la que celebramos y honramos el amor paternal que recibimos a lo largo de nuestras vidas. Es un día para reflexionar sobre la importancia de la figura paterna y el papel fundamental que desempeñan en nuestra crianza y desarrollo como individuos.
El amor paternal es una fuerza poderosa y transformadora que va más allá de la mera presencia física. Un padre amoroso es aquel que guía, protege, y brinda apoyo incondicional a sus hijos, inspirándolos a ser lo mejor que pueden ser. Su influencia se extiende mucho más allá de las lecciones prácticas y se adentra en el terreno emocional, llenando los corazones de sus hijos con amor, confianza y seguridad.
La relación entre un padre y sus hijos es única e invaluable. Un padre puede ser un confidente, un modelo a seguir, y un amigo en quien confiar en los momentos más difíciles. Su presencia es un ancla que nos brinda estabilidad en medio de las tormentas de la vida y su apoyo inquebrantable nos impulsa a alcanzar nuestros sueños.
Se honra a la persona, pero más se honra la memoria. La principal honra que debemos a los padres consiste en vivir en concordancia con los valores que nos han inculcado. Que cualquiera que vea a los hijos pueda ver reflejada la semilla floreciente que en ellos sembraron los padres, que se justifiquen todos los esfuerzos que realizaron y las esperanzas que ellos cobijaron cuando nos engendraron y educaron. Los consejos, los regaños, los castigos, los apoyos; las bendiciones y las esperanzas. En otras palabras, que los hijos, glorifiquen a aquellos que les dieron la vida, pero no de palabra, sino que con obras.
Los hijos, continuadores de la experiencia de vida que ellos antes tuvieron, deben portar la llama que prendieron y que dicha antorcha se mantenga encendida irradiando luz durante nuestra vida que no es más que una extensión de la de ellos. Que cualquiera reconozca en nosotros a los padres que nos formaron. De esa forma ellos no habrán vivido en vano. Acaso los padres no fueron perfectos, nadie lo es, pero depositaron la esperanza de superación en el comportamiento de los herederos.
Aprecio profundamente los momentos en los que me siento teológicamente “boquiabierto”. Uno de esos momentos ocurre cada Día del Padre. Considera estas palabras de Jesús mientras nuestro Señor se prepara para ir a la cruz: “Y ahora, glorifícame tú, Padre, junto a ti, con la gloria que tenía contigo antes que el mundo existiera” (Juan 17:5).
En muchos aspectos, la paternidad es uno de esos análogos. Todos tenemos padres —buenos o malos—, pero cada uno de ellos es un análogo imperfecto de la gran paternidad de Dios. Dios Padre es el modelo de Padre, el que ama perfectamente, da perfectamente, protege perfectamente, cuida perfectamente, escucha perfectamente, actúa perfectamente. En pocas palabras, Dios crea a los padres, en parte, para demostrar activamente y guiarnos hacia cómo es Él y quién es Él.
En este fin de semana del Día del Padre, tiene sentido que celebremos a los padres entre nosotros. Esos hombres que ven deportes, cortan el césped, cuentan chistes y dicen: “déjame arreglar eso”, que nos han bendecido y nos han dado tanto. Aunque sean imperfectos, amamos a los padres en nuestras vidas y oramos para que la gracia de Dios esté sobre ellos, guiándolos en quebrantamiento hacia un amor y una devoción más profundos por Cristo. Tal vez hoy sea un día para una llamada telefónica, un abrazo o incluso una oración de agradecimiento por un papá que ha ido a casa con el Señor después de una labor bien hecha.
Así como es un buen día, para muchos es un día difícil. Quizá la idea de “papá” nos traiga más recuerdos dolorosos que agradables. Más que ganancias recibidas de nuestros padres, hemos sufrido muchas pérdidas y heridas. Hemos anhelado el papá de televisión que aparece en la tarjeta de felicitación o incluso simplemente un mejor padre; uno que nos quiera, uno que nos pregunte cómo estamos o simplemente uno que esté presente. El Día del Padre puede ser doloroso para muchos.
De cualquier manera, en este día de dolor o de gozo, los análogos nos recuerdan que no solo debemos considerar a nuestros padres, sino también elevar la mirada hacia el glorioso Padre Celestial que tenemos gracias a la obra redentora de Cristo. Recuerda que todos los demás padres —incluso los más grandes de esta tierra— son solo pequeños destellos de la paternidad perfecta de Dios. Que Su amor, misericordia, favor y bondad atraigan hoy todos nuestros corazones hacia él en una acción de gracias y un amor más profundos. Y es para todos esos padres que ahora escribo está reflexión, y les deseo de corazón, un feliz Día del Padre.