Los padres controladores supervisan las actividades de sus hijos y/o mantienen sus vidas bajo un estricto control. Quieren saber qué están haciendo sus hijos en todo momento y, sobre todo, influir en sus decisiones o incluso tomarlas en su lugar porque, a fin de cuentas, ellos creen saber lo que es mejor para sus hijos.
El problema es que este estilo de crianza no termina en la infancia o la adolescencia, sino que se extiende hasta la adultez. Los padres controladores de hijos adultos pretenden seguir imponiendo sus ideas, formas de hacer las cosas y decisiones, traspasando muchas líneas rojas para inmiscuirse en la vida de sus hijos.
7 señales que delatan a unos padres controladores
- Asumen las responsabilidades de sus hijos. Los padres deben proteger a sus hijos, pero no asumir sus responsabilidades, ni siquiera cuando son pequeños. Sin embargo, unos padres controladores querrán asumir las responsabilidades de sus hijos adultos, ya se trate de sus finanzas o sus relaciones de pareja.
- Interfieren en todo. El deber de los padres es educar a sus hijos para que puedan tomar sus propias decisiones. Sin embargo, unos padres controladores querrán seguir tomando las decisiones en lugar de sus hijos, desde las académicas y laborales hasta las sociales o incluso las amorosas; de manera que invaden continuamente un espacio que debería ser personal.
- Exigen obediencia. Unos padres controladores seguirán exigiendo obediencia completa a sus hijos adultos. Establecerán reglas rígidas que coartan la independencia pero que los hijos deben cumplir sin cuestionar. Es probable que les recuerden a menudo a sus hijos que tienen una “obligación” con ellos puesto que han tenido que «sacrificarse» mucho para criarlos.
- No respetan la privacidad. Los padres controladores de hijos adultos esperan que estos sigan contándoles absolutamente todo. No respetan el derecho a la privacidad de sus hijos y se enfadan si estos no quieren compartir algunos aspectos de su vida.
- Condicionan su amor. La moneda de cambio de los padres controladores suele ser el amor. La usaban cuando sus hijos eran pequeños y la siguen usando con sus hijos adultos. Cuando no se cumplen sus expectativas o no siguen sus reglas, retiran su amor y afecto mostrando indiferencia hasta que el hijo vuelva a encauzarse.
- Generan culpa. Los padres controladores de hijos adultos a menudo recurren a técnicas de manipulación emocional para poder ejercer su dominio. No es inusual que jueguen la carta de la culpa o la vergüenza para controlar a sus hijos. Afirmaciones como “un buen hijo no trataría así a sus padres” o “te arrepentirás cuando muera” son ejemplos de intentos de control encubierto.
- Critican todo. Los padres controladores también suelen usar la crítica como arma. Siempre tienen una opinión, aunque no se la pidan, y a menudo critican las decisiones que toman sus hijos, sobre todo cuando no han contado con ellos o no se alinean con sus expectativas.
Padres controladores: Consecuencias para sus hijos
Básicamente, unos padres controladores atrofian la capacidad de sus hijos para convertirse en personas autónomas, independientes y seguras, capaces de tomar sus propias decisiones y asumir sus responsabilidades. En muchos casos, se trata de personas con una baja autoestima, sumamente dependientes de la aprobación social y la validación emocional externa. Esa tendencia suele llevarlos a establecer relaciones de dependencia en las que son más vulnerables a ser manipulados, de manera que a la larga pueden sufrir más.
En otros casos, ese control excesivo genera el efecto opuesto: una lucha feroz por la independencia. Esa batalla por la autonomía suele deteriorar las relaciones paterno-filiales, pero también termina afectando a los hijos, quienes pueden volverse ferozmente independientes como mecanismo de defensa y mostrarse reacios a establecer relaciones maduras levantando un muro afectivo que los distancia de los demás. El resultado es el mismo: sufren porque no son capaces de mantener relaciones afectivas satisfactorias.
El dilema y el miedo de los padres controladores
La inmensa mayoría de los padres controladores con hijos adultos lo que pretenden es blindarse contra la soledad. Tener poder sobre sus hijos les da la sensación de que siguen siendo útiles e indispensables para estos, de manera que minimizan las posibilidades de que los hijos se alejen o les “abandonen”.
En el fondo, esa necesidad de control se alimenta del miedo a que sus hijos adultos continúen su vida con éxito lejos del hogar familiar. Por eso, cuando los hijos intentan tomar las riendas de su vida y decidir por su cuenta, los padres controladores lo asumen como una ofensa o falta de respeto, experimentando ira, rabia e intranquilidad.
En realidad, los padres controladores perciben la independencia de sus hijos adultos como una amenaza. La idea de que les puedan arrebatar su rol de padre o madre les genera una sensación de vacío o carencia que les hace reaccionar desplegando todo su arsenal de técnicas de control. Entonces ponen en práctica diferentes tácticas de manipulación, sin darse cuenta del daño y sufrimiento que ocasiona su comportamiento.
El problema es que a menudo la relación que establecen termina siendo asfixiante y obtienen el resultado opuesto: los hijos escapan del hogar familiar y cortan la relación.
¿Cómo lidiar con unos padres controladores?
Tratar con unos padres controladores es increíblemente difícil. Son tu familia y te han criado, por lo que es comprensible que tengan un enorme influjo emocional sobre ti. Por eso, el primer paso consiste en reconocer que existe un problema. Se trata de comprender que tus padres tienen unas expectativas irreales sobre ti y te tratan como un niño pequeño, no como un adulto autónomo y autosuficiente.
El segundo paso consiste en establecer límites. Una relación saludable entre padres e hijos adultos debe tener límites claros. Unos límites saludables aportan transparencia a la relación pues cada persona sabe qué puede esperar del otro. Ayudan a deshacer las dependencias, borran las expectativas irreales y atenúan los conflictos. Por tanto, hazles saber a tus padres lo que te molesta y las líneas rojas que no deben traspasar.
Quizá tus padres no se han dado cuenta del daño que te hace su comportamiento controlador. Explícales los problemas que te causa, pero sin caer en recriminaciones. Hazles saber que los amas incondicionalmente, pero que también necesitas espacio para tomar tus decisiones y hacer tu vida.
Por último, el tercer paso para lidiar con unos padres controladores consiste en explicar las consecuencias que acarreará traspasar los límites que has puesto. Tus padres deben comprender el valor que le das a tu libertad e independencia y, sobre todo, lo que estás dispuesto a hacer para protegerlas, ya sea cerrar bajo llave cierta esfera de tu vida o establecer una distancia que proteja tu equilibrio emocional. El camino no será fácil, pero los resultados valen la pena.