Querida tía, Le escribo este e-mail desde el santo seno de mi hogar y los sucesos de hoy me han mantenido tan despierta como un chihuahua en un congreso de gallinas. Soy nativa del pueblo de Cayey desde donde se divisan dos elevaciones llamadas los “senos de Cayey” para no utilizar palabras que denotan la capacidad maternal de nosotras las féminas, es decir, las tetas.
Con mi esposo Serafín estamos ya solos e independientes y la hija menor (son cuatro) se mudó con su novio a Vermont porque le encanta el paisaje. Cansados ya del interminable periodo de encerramiento al que una amiga argentina llama el “corralito,” decidí (mala idea) sugerirle a mi media naranja que fuésemos a una de las mal llamadas playas de Connecticut para al menos mirar el mar y sentir en nuestros pies el deleitoso contacto con la arena gris.
Siguiendo las sabias directrices de las autoridades debo decirle que nos pusimos el disfraz habitual de la máscara, chaquetas de color blanco y manga larga, y un pañuelo para cubrirnos el cuello y evitar los rayos del sol que al menos el viernes pasado sorprendía en el marco de un cielo azul ya que no está la contaminación de los aviones. Ambos llevábamos gafas oscuras, sombreros alones, y dos sillas de playa que tienen un techito. Llegamos alrededor de las 10 de la mañana y logramos coger estacionamiento. Cargando nuestra bolsa de provisiones ligeras, nos encaminamos con cierta dificultad para encontrarnos con el mar.
Tía, lo que vimos nos espantó ya que había cientos de personas incluidos, adultos mayores, niños y mozalbetes brincando y jugando sin máscaras, con el torso desnudo, gritando y saltando como si les hubiese entrado el espíritu. Esto ya era para tener miedo ya que las pelotas de futbol pasaban por sobre nuestros cráneos, pero mirando a las muchachas se me ocurrió que era el Festival de la Nalga 2020, y me explico.
¡Es que no hay ya vergüenza! Estas nenas andaban luciendo bikinis/tanga con hilito dental mostrando sin inhibiciones los glúteos y apenas tapándose lo otro que esta debajo del ombligo. Cuando buscábamos un lugar bien cercano a las minúsculas olas para alejarnos de los deportistas, nos sentimos fuera de lugar, con la excepción de otra pareja como nosotros que miraban el horizonte. Es que eran decenas de muchachas y muchachonas tendidas de cabeza en la playa exhibiendo sus partes intimas sin cuidarse de los rayos peligrosos del sol ni de la prudencia y el recato que debiera guiar nuestra conducta.
Tía, yo entiendo lo que es para los jóvenes estar encerrados por tanto tiempo en sus hogares sin fiestas ni encuentros furtivos con las noviecitas y noviecitos, pero con lo que estamos bregando ahora según el Dr. Fauci, el coronavirus-19 es más peligroso y traicionero que tomar píldoras para la malaria como las que dice que usa el presidente al que he notado más confuso y obtuso en estas últimas semanas de mayo.
¿Es que se estará craqueando?
Volviendo a la playa, en un momento dado las tangueras decidieron venir a remojarse al agua que estaba mas helada que mortaja de esquimal y allí comenzó el problema porque a mi esposo le han entrado una clase de temblequera y percibí que parpadeaba sin cesar frente a este espectáculo inaudito de poca vergüenza y exhibicionismo.
Menos mal tia que como el agua estaba fría a diferencias de las aguas tibias de mi amado Puerto Rico, las muchachas se mojaron muy poco, salvo una gordita que también andaba con bikini y que al caminar semejaba un tembleque. Jamás en mis cinco años en Connecticut había visto a tanta gente blanca reunida y la juventud anglosajona “divino tesoro,” repartiendo saliva a destajo, empujándose y después tendiéndose en la arena y quemándose los lomos sin respetar las distancias en actos de crasa osadía y temeridad. Desde ese día mi esposo que ya se encumbra a los 60 ha estado muy nervioso y me empuja de noche y no me deja dormir.
¿Cree usted que debiéramos ir nuevamente a las playas de Connecticut para espantarnos con el pecado?Por favor denos su honesta opinión y consejos, aunque duelan.
Martina
Respuesta,
Querida Martina,
Yo no sé dónde has estado tú en los últimos veinte años que no te has dado cuenta del cambio de modas playeras tanto en las mujeres como en los hombres. Entiendo que has vivido gran parte de tu vida en Cayey, pueblo muy religioso y para algunos anclado en el periodo del papa Pio XII de la década de los 40’ cuando decían que el Papa era infalible.
Hace 30 años y cuando yo era nena fui con mi madrina a unas playas de Ponce y las muchachas usaban ya bikinis, un tipo de ropa de baño que, aunque no lo creas; se usaba en el tiempo del imperio romano, siglo primero D.C. En algunas pinturas muestran damas con bikinis de dos piezas que impresionan por que se ven contemporáneas.
En la medida en que las ideas religiosas especialmente la católica y protestante adquirieron fuerza y poder de censura por varios siglos no fue sino hasta el año 1907, que la actriz de cine mudo Annette Kellerman de Australia quien fue arrestada en una playa de Boston por usar un bikini. Sin embargo, en 1946 un ingeniero francés llamado Louis Reard crea oficialmente el Bikini Atoll muy criticado por la iglesia católica al punto que en un certamen de Miss Mundo efectuado en Londres donde aún existían estrictas costumbres puritanas, se prohíben a las concursantes el uso de bikinis en los certámenes.Por allí entra de nuevo la iglesia y la misma prohibición se impone en Bélgica, Italia, España y Australia.
Me contaba un amigo dibujante que en Chile un obispo de apellido Tagle excomulgaba a las muchachas y damas que mostraran sus encantos y cantos en las playas.
En 1953 se produce un destape y en el Festival de Cannes con vista al Mediterráneo, las artistas Brigitte Bardot, Rita Hayworth, Ava Gardner y por cierto la Marilyn Monroe, se lucen con bikinis que en esos tiempos no mostraban los glúteos. Con los años, el bikini se va reduciendo de tamaño y en el 2015 me contaba una amiga experta en modas, la industria del bikini alcanza un récord de ventas de 16.6 billones de dólares.
Te podrás dar cuenta que para los modistos y modistas lo positivo del bikini y su variedad de la tanga es que no involucra el uso de mucha tela por lo cual los costos bajan que es lo que le agrada a la hija de Trump que los manda a confeccionar a la China.
Por si te interesa saberlo y para que te pongas al día en lo que trae la ola, un llamado Mini Bikini Bottom brasileño cuesta $26 dólares mientras que por uno extra small te quitan $20.38. Ahora, si la persona quiere invertir más y lucirse, están los bikinis hechos a crochet cuyo valor es de $72.48, incluido el envío.
Espero que lo informado te ayude a entender el uso del traje de baños para damas, pero también esta la tanga de hombres llamada vulgarmente la del “paquete” que cubre lo mínimo y necesario.
Como decía el mariachi “Macho” Martínez, “despierta mi bien despierta…” e ir a las playas es algo optativo, pero te advierto que en los lagos y las piscinas el asunto esta igual y debes velar por la salud de tu esposo al que la vista del cuerpo humano femenino pone todavía nervioso.
Les aconsejo que vayan a las playas bien temprano porque el care’ gallo pica menos y como los muchachos y muchachas se levantan tarde, pueden tonar el sol, aspirar el aire del mar contaminado, y mantener el distanciamiento.
Se me cuidan porque se les quiere mucho demasiado.
La Tía
Comentarios a los consejos de la tía Julia.
Estoy de acuerdo con lo que escribió la mai del muchacho que busca palabras nuevas para ponerlas en el diccionario. A propósito de las tangas yo tengo algunas sugerencias como “tanguería,” lugar donde venden tangas; “tangueraso” una tanga tan pequeña que impacta al hombre y a algunas mujeres; “tangueada,” nena que se ha cansado de usar tangas y “tangueado,” padre de familia fastidiado por que sus hijas usan tangas.