Fue hasta la entrada a la Ciudad de México del Ejercito Trigarante, el 27 de septiembre de 1821 que dio paso a que se protocolizara el 28 de septiembre el Acta de Independencia, con la firma de la junta provisional gubernativa que es el acto jurídico que realmente formaliza la fecha real de la consumación de la Independencia de México, que se distingue totalmente del inicio de la lucha en 1810.
El Plan de Iguala que se firmó públicamente el 21 de febrero de 1821 por Iturbide fue el catalizador que proponía tres garantías por eso lo del Ejército Trigarante:
1.- Una monarquía constitucional.
2.- La Unión de todos, americanos y europeos
3.- Preservación de la Fe católica como la religión oficial
La negación a convalidar esta fecha que le añade una capa extra de complejidad a nuestra emancipación de España se debe a la resistencia histórica a reconocer del todo a Iturbide.
Es interesante el uso de ideológico que se le ha dado. Estas diferencias de fechas tocan un tema más de fondo. ¿Cómo construimos la memoria histórica? no solo es corregir el calendario según la perspectiva del texto.
Preferir el 16 de septiembre sobre el 28, plantea cierta incomodidad histórica con la figura polémica de Iturbide por qué su personalidad es compleja y divide opniones.
Su trayectoria es compleja pasó de combatir a insurgentes, a convertirse en hacer el que pacta la independencia y luego se convierte en Emperador. No es la figura del héroe inicial como Hidalgo. Es mucho más cuestionado para ciertas narrativas oficiales.
Después fue la menos ideal que el grito de emancipación del Cura Hidalgo. Reconocer el 28 de septiembre es darle un protagonismo a Iturbide.
Este debate es interesante. Nos hace pensar en ¿qué y cómo elegimos recordar y a quién celebrar?
Esta discusión de fechas no es la única sorpresa de esta colaboración. La parte económica refleja que no fue tan sencilla. Una vez independizados, sobrevino el boom y la prosperidad. Todo lo contario, te liberas de España de sus controles y la economía mexicana debería despegar. No fue hasta el controvertido Porfirio Díaz.
Según el reconocido historiador económico Madison; hizo esas comparaciones del PIB y encontró en 1820 justo antes de la consumación, era de 759 dólares y después de 50 años bajo a 674 dólares.
La incertidumbre política constante, gobiernos que duraban meses, pleitos internos interminables, como golpes de estado en la época de Santana con las guerras internas, entre federalistas contra centralistas, de conflictos continuos sumados al bandidaje, complicaron el comercio y la economía en medio de un caos político.
La falta de seguridad ahogó cualquier oportunidad de crecimiento del estado. Entonces la libertad política que se ganó, no se pudo traducir en bienestar económico por falta de orden.
Cuando Porfirio Díaz llegó al poder en 1877, el país vivió un periodo de tranquilidad y retomó el crecimiento económico. Casi 60 años después, llego la prosperidad económica con la mano dura del régimen autoritario del porfiriato, con todos sus costos sociales y políticos para crear una estabilidad y retomar el crecimiento económico.
Hoy día del México actual, la reflexión económica es muy cruda. El PIB per cápita de México en 2023 es mucho menor que el de Canadá Estados Unidos del orden de unos 554,000 de Canadá y 870 mil para Estados Unidos una brecha enorme.
Y esa brecha económica conecta con la migración laboral. Por eso los mexicanos hacen todo lo posible por ir a trabajar a los países de Norteamérica. Es una conclusión lógica y concluimos que la libertad política, aunque es importante, pero sin libertad económica no sirve de mucho.
La independencia política es insuficiente por sí sola, sino mejora la vida material de la gente y esto nos obliga a ver una cara quizás incomoda de nuestra independencia.
Esa libertad tan buscada llegó al principio con un costo económico para el mexicano común desmiente esa idea de independencia, igual a progreso inmediato.