No son muchos los educadores que han tenido el tiempo, el deseo y la energía para publicar un libro con sus recuerdos de décadas de trabajo en el sistema escolar de Hartford, pero para Michael E. Herman era algo que deseaba realizar después de su jubilación del sistema escolar público de nuestra ciudad.
‘They call me “The Hermanator” a Memoir’ es el título del libro publicado a fines del pasado año y que el autor lo dedica a los estudiantes que recibieron sus servicios didácticos desde la década de los 70.’ Gran parte de su carrera como maestro tuvo lugar en la escuela elemental Mary M. Hooker localizada en el 200 de la avenida Shrebrooke y que sirvió a estudiantes provenientes de los proyectos habitacionales Charter Oak Terrace y Rice Height donde residían cientos de familias puertorriqueñas y afroamericanas.
En aquellos tiempos, el sistema ya proveía servicios de educación especial para estudiantes con necesidades especiales incluidos apoyo académico, servicios de consejería, y terapia física y del habla, entre otras especialidades.
Según recuerdan los colegas de Herman, él era uno de esos maestros y el salón estaba separado del edificio principal y aledaño a la enfermería. Pasarían décadas antes de que nuevas leyes exigieran una mayor integración de estos jóvenes adolescentes a salones de educación regular, pero en aquellos tiempos su oportunidad de reunirse con la población estudiantil era solamente en la cafetería a la hora del desayuno y almuerzo y en las asignaturas de actividades extracurriculares.
Paciencia, una actitud paternal y el deseo de impartir conocimientos fueron las principales características de Michael que, siendo estadounidense nacido en Connecticut, pero residente durante su niñez y juventud en la calle Bedford en el Norte de Hartford, opta por la enseñanza del idioma inglés y asignaturas varias a generaciones de jóvenes y jovencitas.
Después de más de tres décadas dedicadas a la enseñanza, a las que se deben agregar varios años trabajando como maestro substituto, decidió retirarse en el mes de febrero del 2018 cuando cumplió 80. Casado con la maestra Santa Irizarry Herman a la que conoció en la escuela Mary M. Hooker; ella le sugirió escribir sus memorias después de su jubilación como una forma de reunir sus experiencias trabajando con estudiantes afroamericanos, puertorriqueños y asiáticos.
Asumir el control de un salón de clases con estudiantes con necesidades especiales constituye un arte que no todos dominamos. El secreto de esta habilidad especial fue el sentido de humor de Michael, sus historias que complementaban la enseñanza, y el contacto visual y físico con sus educandos. Poner sus manos en los hombros de los jóvenes cuando lograban éxito en sus tareas, felicitándolos con su solemne tono de voz de bajo que alguien describió como “microfónico,” o exhibiendo los trabajos de los pupilos en los diarios murales, eran parte de su arte.
Por otra parte, provocar sonrisas en los jóvenes era para Michael un logro importante debido a que muchos de ellos sufrían de depresión, los efectos de traumas, y se sentían aislados del resto del estudiantado.
En el caso de Michael E. Herman también conocido por sus colegas como “Hermanator;” parte de su labor en la escuela la cual asumía de un modo voluntario; era apaciguar los ánimos de jóvenes en peleas y calmar a muchachos y muchas con temperamentos volátiles. “Tenia pasta de conciliador y pacificador,” dice una de las maestras que le recuerda hablando con jóvenes encolerizados en los pasillos de la escuela o en la cafetería.
Por su voz solemne y estampa, Michael fue el maestro de ceremonias en los solemnes eventos de graduación de los sextos grados y también y esto en su propio tiempo libre, contribuía con su voz a la lectura de obras teatrales que posteriormente se presentaban en el escenario de la escuela. En estas ocasiones estudiantes con problemas para memorizar, solamente tenían que actuar siguiendo la grabación previa haciendo mímica, danzando o sirviendo de comparsas, integrándose así a la dinámica escolar.
“Recuerdo que comencé a trabajar como maestro en 1970 y me desempeñé en la escuela Mary M. Hooker hasta 1988 para después trasladarme a la escuela South que posteriormente se transforma en una escuela magneto de estudios asiáticos. Como maestro substituto, Herman trabaja también en la escuela de detención juvenil localizada en la calle Washington en Hartford y un día decidió después de 37 años y tres meses de labor docente, jubilarse lo cual no fue algo fácil.
“Echo de menos a los estudiantes que usualmente se contactan conmigo a través del Facebook y me cuentan de sus vidas y familias. Llamar a la Junta de Educación para anunciar mi retiro no fue algo fácil,” nos dice ahora dedicado a ser parte activa de su congregación religiosa, mantenerse al tanto de las noticias locales, nacionales e internacionales, recordando su viaje a Israel, viajando con su esposa Santa, y disfrutando de la compañía de un hermoso perrito.
“Me mantengo comunicado con familiares y amistades aprovechando mi tiempo libre,” no dice cuando hablamos acerca de su libro que puede conseguirse a través de Amazon y Kindle como “The Hermanator.”
Estamos seguros de que cientos de exestudiantes y sus padres recuerdan a este educador que en su libro nos habla de su familia, sus pasatiempos, anécdotas y los recuerdos trabajando en un salón de clases que era un tráiler localizado fuera del edificio de la escuela Mary M. Hooker y desde el cual, en primavera, invierno y verano, debía guiar a sus estudiantes a la cafetería o a actividades extracurriculares.
La escuela Mary M. Hooker se convirtió, gracias a los esfuerzos de Raúl Montañez-Pitre el entonces director de este centro educacional, el apoyo de una activa organización de padres que por años presidio Ismael Esquilín y el conjunto de sus maestros y maestras, en una escuela Magneto de Estudios Ambientales que acogió a niños de diversas razas.
Michael Herman ha dejado su huella indeleble en el sistema educacional y esperamos que otros maestros y maestras escriban y publiquen sus experiencias para preservar hermosos recuerdos.