Afortunadamente en un país democrático existe la libertad de prensa y así se ha dado a conocer un turbio asunto en relación a lo que yo llamo el “Síndrome del Estadio Dunkin Donuts.”
Las compañías involucradas en esta construcción fueron aumentando el precio original establecido en el contrato original debido a sus errores de evaluación y análisis de los gastos. La ciudad de Hartford debido a estos cambios arbitrarios y al incumplimiento del plazo de término de los trabajos, se vieron en la necesidad de despedirlos y contratar a otra entidad más responsable.
Esto es lo que ahora afecta a la anunciada renovación de la escuela superior Bulkeley: lo que en 2019 costaba 149 millones, ahora cuesta $210 millones.
Esto lo explicó Paul Drummey, presidente del Comité de Edificios de Escuelas quien dijo que en han llegado a la conclusión de que AHORA el trabajo cuesta 61 millones más. Así de claro.
Las razones que expone este especialista no dejan de llamar la atención. Por un lado, está la entendible inflación, la interrupción de la línea de suministros para las obras y, lo que es increíble como explicación: ¡la guerra en Ucrania!
Para los entendidos a quienes hemos consultado, el alza de un 40% en los costos es excesiva y curiosamente en este proceso hay algunos nombres y apellidos de individuos de alguna manera involucrados en estos cálculos de costos y de sospechosos cambios.
Una de las anomalías es que no hubo UNA sino que DOS compañías lidiando con el mismo proyecto de renovación de la escuela superior Bulkeley representando a la ciudad con misión de escudriñar y supervisar cada gasto.
En la segunda de estas entidades se recuerda el nombre de Antonietta DiBenedetto Roy quien tuvo como misión asegurar que la ciudad recibiera el mejor de los servicios que proveyeran los contratistas, es decir el respeto y cumplimiento de las metas prefijadas y el presupuesto.
De acuerdo a los informes de la prensa, en un momento dado surgieron la Compañía “DiBenedetto-Roy Administradora de Construcciones” y la “Construction Advocacy Professionals” CAP, las que aparecen después de que contrataron a tiempo parcial a una dama que responde al nombre de Anastasia Diamantis, cabeza visible del Programa de Subvenciones para la Construcciones de Escuelas del Estado de Connecticut.
Diamantis que al parecer es muy activa y energética, además de estos trabajos, gozaba de una lucrativa posición en la Oficina del Fiscal Mayor del estado.
Finalmente, la ciudad de Hartford puso fin al contrato con la Construction Advocacy Professionals.
Las autoridades del estado de Connecticut dejaron entonces de pagarle a esta entidad CAP porque nuestra ciudad aparecía incentivando a dos compañías que hacían el mismo trabajo y por lo tanto no hacia sentido pagar los fructuosos costos con fondos de la ciudad capital y los impuestos de los residentes.
La cuestión ahora, y esta es la triste e increíble consecuencia de estas maromas a alto nivel que permitieron que dos compañías cobraran por el mismo trabajo, es que se posterga la finalización de los trabajos de renovación de la escuela Bulkeley hasta el año 2025.
Entendemos que existe la intención de que a este edificio situado en el 330 de la avenida Wethersfield, se mude definitivamente el cuartel general del sistema de Educación de Hartford después de que la ciudad de Hartford pagara cifras millonarias por estar situado en el centro de la ciudad en lo que fuera un tienda comercial.
Mientras tanto, la escuela Bulkeley que desde su fundación en 1926 gozó de gran prestigio como una escuela que proveía una excelente instrucción y se destacaba por sus méritos académicos y deportivos, ha ido decayendo.
Esta importante institución de educación superior estuvo localizada hasta 1974 en un imponente edificio situado en la esquina de la avenida Maple y la calle Benton donde se acoge hasta el día de hoy la escuela elemental Fox.
Quienes conocieron el edificio de la escuela Bulkeley en la avenida Wethersfield, recuerdan que ocupa un terreno de 292,500 pies cuadrados con amplios salones de clases, vastos pasillos y corredores, cafeterías, un auditorio con capacidad para 1,000 personas, una piscina interior, y campos de tenis además de una pista de carreras en su exterior. También contaba con un centro automotriz. La escuela se destacaba en el rendimiento académico, deportivo y acogió a estudiantes provenientes de muchos países.
En esta etapa de renovación que de acuerdo a Paul Drummey se prolonga debido a la guerra en Ucrania, la escuela está dividida provisionalmente en dos establecimientos escolares, uno situado en el norte de Hartford y el otro en el sur lo cual afecta el sentido de unidad de esta institución educacional de educación superior.
Un grupo de jóvenes portavoces de sus compañeros, se presentaron recientemente a una reunión de la Junta de Educación quejándose de que no contaban con clases presenciales de precálculo y que las sesiones académicas de matemáticas se presentaban por un sistema de video, cuestión que pedagógicamente y en materias abstractas no es efectiva.
También se quejaron de que en las escuelas que les acogerían durante el lento proceso de renovación afectado por la inflación, la interrupción de la llegada de materiales debido a la Pandemia y la guerra de Ucrania, no tenían cafetería, la comida era pésima, los edificios insalubres, teniendo que acomodarse en los corredores porque no hay cafeterías.
Aunque los graduados del año escolar 2023 celebraron en el estadio DD el fin de sus cuatro años en la escuela superior, presentimos que su preparación académica no ha sido la adecuada por este conjunto de arbitrarias medidas de acomodación del estudiantado en escuelas en deterior y la ausencia de una apropiada y necesaria preparación académica para ser exitosos en sus estudios universitarios.
Para el año escolar 2023-2024, la Junta de Educación decidió que se exigirá que los estudiantes del sistema escolar de Hartford usen el mismo tipo de uniformes correspondiente al género masculino y femenino y los maestros esperan que se prohíba en las escuelas sustitutas que reemplazan a la Bulkeley, que los jóvenes y las jovencitas lleguen a clases con piyamas y chancletas y usen malas palabras.
Quizás esta ha sido una forma como los jóvenes expresan su rebeldía en contra de los errores de la burocracia, los problemas presupuestarios y la extensión de sus estudios hasta el 2025 en escuelas sustitutas que nada tienen que ver con lo que fue la orgullosa escuela superior Bulkeley fundada en 1927.