Por Juan D. Brito
Hoy jueves 18 de febrero, y después de varios días llamando a diversos números telefónicos absolutamente copados por miles de otras personas interesadas en conseguir una cita para la vacuna que protegería en contra del Covis-19, llegue a mi turno en el Centro de Convenciones de Hartford. Ya el límite de edades bajó de los 75 años y una gran oleada de adultos de la tercera edad o con condiciones de salud previa recibieron la inmunización.
Contrario a las imágenes que aparecen en los medios de comunicación mostrando largas filas de personas esperando a pie o en sus automóviles el proceso de vacunación en uno de los sitios destinados a proveer la vacuna Pfiser, se esperaba que los pacientes arribaran en sus automóviles al amplio estacionamiento bajo techo de centro de convenciones.
Después de estacionar siguiendo las instrucciones precisas de empleados, los receptores de la vacuna debian caminar hacia un puesto de entrada en el que se les solicitaba una identificación, preferentemente la licencia para conducir. Desde allí un miembro de la Guardia Nacional volvía a chequear la identidad y nos envió a un fila de personas que esperaban ser entrevistadas.
Mientras aguardaba mi turno, me impresionó que la mayoría de los que serían inoculados eran de la raza blanca y a la única persona latina que reconocí fue a otra integrante de la Guardia Nacional que colaboraba orientando a los adultos mayores. En la entrevista siguiente una amable dama solicitaba nuevamente la licencia de conducir o pasaporte después de preguntar si esperaba la primera o segunda vacuna. En una tarjeta estampó mi nombre y un calendario de fechas de inmunización con la advertencia de que mantuviera este documento en un lugar seguro porque debería mostrarlo para la segunda oportunidad.
Desde allí nos refirieron a otra fila en la que estaban las personas encargadas de aplicar la vacuna quienes hacían preguntas referentes a posibles alergia o síntomas premonitores de contagio. La inoculación fue rápida y se solicitaba a los receptores que se sentaran por quince minutos para observar cualesquier síntoma reactivo.
Estoy seguro de que cada persona reacciona de un modo distinto, y en mi caso sentí un pequeño mareo y cierta necesidad de permanecer sentado. Una de las exigencias que hacen las autoridades es que quienes reciba la vacuna no conduzcan su automóvil y que alguien lo acompañe.
No hubo aglomeraciones, reclamos, malos entendidos y todos se desarrolló de un modo predecible que tomó no más de media hora. Mi evaluación final con respecto a este proceso fue una A, pero no es lo mismo para el procedimiento de conseguir la fecha, hora y lugar de la inoculación.
Mientras descansaba, pensaba en los miles de voluntarios y voluntarias que en el mundo ayudaron a conseguir este remedio que contrarresta a un enemigo mortal.
Todavía no se logra hacer más expedito el trámite de pedir la primera cita porque es mucho más rápido hacerlo en idioma inglés. Para conseguir un operador u operadora que hable español, es todavía un procedimiento tedioso que pone a prueba la paciencia de quien llama y que no habla el idioma anglosajón. Hay preguntas importantes tales como el tipo de seguro y a veces la necesidad de deletrear los apellidos hispanos.
Este simple hecho explica el porque de acuerdo a las estadísticas relativas a la distribución de la vacuna y de la inoculación, los latinos y afroamericanos pobres no han logrado aun conseguir el servicio y constituyen aun una mayoría cuando su numero se compara con la población de la raza blanca, con un nivel de educación superior y acceso y práctica con la tecnología. Es por lo tanto entendible la frustración creciente de adultos mayores sin parentela cercana o que no se pueden comunicar en ingles al nivel que exige la jerga científica o los procedimientos.
Algunas personas han dicho que no se piensan vacunar porque es muy complicado, mientras que otras viven con la esperanza de que trabajadores sociales o familiares consigan ayuda tanto para las llamadas telefónicas que les permitan conseguir la añorada cita, como una escolta que los lleve a los lugares de vacunación y les vigilen después de recibir la inmunización de Pfizer o Moderna.
Pienso que este primer proceso de vacunación no será el ultimo y que todos sabemos desde la infancia lo que fueron las vacunas para prevenir enfermedades tales como la poliomielitis, el sarampión, la viruela, la malaria y la tuberculosis que en algunos continentes tienen un carácter endémico.
Las autoridades de Connecticut y del gobierno federal están empeñadas en la actualidad en agilizar la distribución de la vacuna a cientos de millones de personas (el población actual de USA es de casi 333 millones y la de Connecticut asciende a tres millones, quinientas mil personas) lo cual no es una tarea fácil sobre todo cuando se deben aplicar dos vacunas.
Me parece increíble que, en medio de este esfuerzo de combatir el flagelo de la Pandemia, cientos de padres de estudiantes de escuelas públicas fueron a la legislatura, algunos sin usar máscaras, para reclamar su derecho de NO vacunar a sus hijos o hijas.
Lamentablemente en este país, por razones políticas o religiosas, hay padres que se olvidan de que vacunas para combatir la viruela e introducida al mundo en el año 1796, salvó millones de vidas, al igual que la que combate el sarampión introducida en 1913, la difteria que se comenzó a aplicar en 1920, la de la influenza en 1942, y la que combatió el polio que se introduce en 1953.
¿Es que nos encontramos nuevamente en la controversia entre el oscurantismo y la ciencia en la cual las victimas pueden ser los niños?
Finalmente hay que reconocer los esfuerzos y la sabiduría del epidemiólogo Dr. Anthony Fauci odiado por Donald Trump cuando este sabio de origen italiano y nacido en Brooklyn se atrevió a contradecir al expresidente ignorante y recibió amenazas de muerte en contra de él y su familia por parte de los matones dirigidos abierta o solapadamente por Donald.
Hoy, el gobierno del presidente Joe Biden le reconoce como uno de sus principales asesores que ha manifestado la importancia de las vacunas, pero que ha insistido en no desdeñar ni dejar de lado por ahora como se hecho en Connecticut, el uso de las máscaras, el distanciamiento social y el lavado de cara y manos.
Vacúnese lo antes posible para asegurar su bienestar, el de su familia y de su comunidad