Fue un sueño que tomó años hacer realidad. Varios años de planificar, tener esperanza, buscar, luchar; una mudanza a través del país, meses utilizados en estudiar y entrenar, seguidos por otros cuatro meses en un entrenamiento. Cuando finalmente, todo el arduo trabajo y dedicación habían rendido sus frutos para María. Ella obtuvo el trabajo y estaba viviendo su sueño con un futuro brillante por delante.
Menos de un mes después, todo se vino abajo de la noche a la mañana. Un examen médico para revisar una condición persistente y dolorosa reveló una alergia severa que hacía imposible que María tuviera un trabajo en su campo laboral; aún no había terminado de pagar su educación superior y ya estaba forzada a buscar una nueva línea de trabajo. Ella lo describe como “un momento devastador”.
Los sueños son una parte esencial de la vida de las personas, pues muchas veces es por ellos que dirigimos nuestras vidas hacia un determinado logro en concreto.
Es muy normal que, a lo largo de nuestra niñez y adolescencia, ideemos aquellos objetivos que más tarde intentaremos conseguir durante nuestra madurez. No todos conseguiremos hacer realidad aquello con lo que soñamos, pero solo la idea romántica de poder conseguirlo puede motivarnos enormemente en nuestro día a día.
Si te sientes identificado, créeme, he estado ahí donde ahora estás parado. Aunque creas que nadie puede comprenderte, entiendo que puedes sentir: frustración, al ver algo tan bonito desaparecer; enojo, porque no hay nada que puedas hacer; abandono, cuando observas a otros alcanzar lo que se te hace inalcanzable; tristeza, porque todo esto lo sientes a solas; envidia, y la pregunta: ¿Por qué ellos sí y yo no?
Más allá de decirte “¡ánimo! ¡Construye algo nuevo!” Quiero aún detenerme en lo que todavía te hace llorar. No en tono masoquista, sino con acento en la esperanza: “roto” y “perdido” no son sinónimos.
Puede ser que un proyecto no haya salido como nos hubiera gustado. Pero el esfuerzo puesto en él, no se pierde. Puede ser que vivamos un luto por un ser querido, pero el amor seguirá latiendo en el cielo.
¡Podría poner tantos ejemplos! Familias que se deshacen, vocaciones que no pueden seguir adelante, salud que se desgasta, matrimonios que ansiaban y no pudieron concebir, empresas que quiebran, padres que lloran por un hijo que no llegó a vivir…, tú puedes sumar aquí el caso que quieras.
Los sueños rotos duelen, y dolerán… No me malinterpretes: ¡Sé que duele! Y no quiero engañarte diciendo que dejará de dolerte. Si un sueño roto no nos duele, quizás no era lo suficientemente grande como para que nos descoloque como nos descolocan los que nos atropellan y dejan fuera de combate.
El mayor desafío es confiar en que el nuevo sueño puede hacernos tan felices como el que quedó por el camino. No descorazonarse, no perder la sed de ilusionarse, sobre todo, mantener la esperanza, creer en lo prometido. Seguir caminando, hacia el Caminante. No mirar atrás, mirar hacia el Eterno, quien siempre va por delante.
El mayor desafío es seguirle, sin tener las respuestas. Porque no construimos ni reconstruimos solos. ¡Menos mal somos amigos de un carpintero! ¿Qué haríamos si no tuviéramos a nuestro lado a un artesano que nos ama y que se presta para ayudarnos en lo que necesitemos?
Pase lo que pase, aunque parezca algo aún más difícil que creer que puedes ser feliz sin ese anhelo que guardabas, ten la certeza de que algo más grande te espera.
Grande no es igual a valioso, valioso no es igual a lo que brilla. Hay cosas grandes, valiosas y brillantes. Otras valiosas, que no brillan. Y las brillantes, que no son valiosas.
¿Podemos reconocerlas solos? No, necesitamos la opinión de un experto. Y generalmente acudimos a los expertos cuando nosotros no tenemos suficiente conocimiento y, por lo tanto, no nos fiamos de nuestras opiniones.
El Salmo 89 fue escrito durante un momento cuando la nación de Israel fue vencida y capturada por sus enemigos. Los Israelitas, incluyendo el escritor de este salmo, estaban exiliados en una tierra extranjera, lejos de la comodidad de su casa. Es en este contexto cuando el salmista le pregunta desconsoladamente al Señor, “¿Hasta cuándo, Señor? ¿Te esconderás para siempre?… ¿Dónde están, Señor, tus misericordias de antes?”
Realmente aprecio de que haya pasajes francos y vulnerables como este en la Biblia. Me recuerdan de ser honesto y humilde en mis oraciones. También trae consuelo el saber que, como el salmista, el sentirse desanimado o desalentado no significa que he perdido totalmente de vista la verdad. Simplemente significa que necesito un recordatorio que Dios todavía está allí y que Él me escucha.
Dios sí responde la oración, él sí hace todas las cosas bien, él es fiel y bondadoso, generosamente dando más de lo que podemos imaginar o comprender. Dios es bueno y él siempre está dispuesto para ayudarnos en todo momento.
Ya sea que te estés tambaleando del dolor de una pérdida o abandono, esperando un importante logro, o lidiando con cualquier tipo de decepción, por favor, no te desesperes. Continúa esperando en el Creador y confiando en su carácter. Hoy te invito a acudir al taller del Maestro, donde tus sueños rotos serán reparados uno a uno. Quizá en un principio no veas nada, pero con el tiempo veras como el Carpintero irá reemplazando cada pieza rota y colocando otras mejores, hasta que repare todos tus sueños, viviendo en la realidad anhelada, porque otra vez brillará el sol para ti.