“Hay una grave crisis en nuestras carreteras y rutas,” dijo Garrett Eucalitto, Comisionado de Transportes de Connecticut en una conferencia de prensa donde estaban presentes entre otras autoridades, el Gobernador Ned Lamont, y Ronnell A. Higgins, Comisionado interino de la policía estatal,
“¿Nos lo dice o nos lo pregunta?” es una excelente expresión en Puerto Rico cuando una persona nos habla de asuntos tan obvios como que el exceso de lluvia produce inundaciones.
Tanto Higgins como otras personalidades presentes en la conferencia de prensa dijeron estar sumamente sorprendidos al enterarse de un accidente provocado por un automóvil que ingresó a un acceso equivocado a la carretera interestatal I-95 en West Haven causando la muerte de cuatro residente de Connecticut cuyas edades fluctuaban entre los 22 y 26 años.
Las víctimas de este lamentable choque entre tres vehículos vivían en New Haven, Wolcott, Trumbull y Norwalk y pudo ser evitado. Y, ¿cómo olvidar la muerte de un joven representante estatal el cual viajaba en horas de la madrugada desde el Capitolio en Hartford a Glastonbury y que también confundió la rampa de salida por la de entrada falleciendo en el lugar. En los exámenes forenses se descubrió que tenía en la sangre un alto nivel de alcohol y de otra sustancia.
Si fuéramos a la medula del problema podríamos afirmar que estos accidentes pudieron ser evitados, pero tampoco podemos olvidar que en 2022 se produjeron 366 muertes, quizás una al día en un fatídico año en el que los accidentes fatales llegaron a un inaceptable récord superando con creces lo acontecido desde 1989.
Viendo estas estadísticas se dice que en el año recién pasado las cosas estadísticamente mejoraron porque el número de muertos fueron solamente 323. ¿No es esta todavía una funesta cantidad que no incluye a aquellas decenas de sobrevivientes con heridos graves que se sumaron a miles de personas incapacitadas incluidos adultos y niños?
Si usted es un o una conductora de vehículo siempre cuidadosos que intentan obedecer las recomendaciones de viajar sobrio, que no ha fumado marihuana cuando guía su automóvil, no hace o recibe llamadas a través de su celular, o es un adulto mayor, no guíe de noche y si tiene que hacerlo, conduzca a la defensiva.
Es decir, esté y permanezca en absoluto estado de alerta absoluta debido a las irregularidades y faltas que cometen los choferes de aquellos enormes camiones de transporte de alto tonelaje que guían a alta velocidad. Prepárese siempre para lidiar con aquellos sujetos quienes pareciera que hubiesen conseguido la licencia de conducir en una rifa y también con los otros que dan cortes de pastelillo es decir toman otro carril sin señalizar. ¿Y cómo olvidarlos? Aquellos que guían y hacen maromas en motocicletas alcanzando velocidades que superan las 90 millas por hora para llegar más rápido a la meta final de un cementerio.
Señoras y señores, las carreteras en Connecticut se han transformado en una jungla mortal debido a la presencia imprevista de bólidos conducidos por irresponsables, beodos o los que consumen cannabis para relajarse.
Escuchamos con atención lo dado a conocer por las autoridades en la conferencia de prensa con soluciones para las carreteras mencionadas tales como la I-91 norte y sur, donde hay más accidentes y riesgos para los que tienen que conducir por motivos de trabajo o emergencias. Pero no nos olvidamos de la ruta 2 y la vertiginosa salida (o entrada) a Glastonbury, o la conexión que va desde la Interestatal 84 East a la Interestatal norte hacia New Haven.
Los expertos informaron acerca de la adquisición de 50 nuevos radares para detectar a los amantes irresponsables de la velocidad y muchos esperamos que si estas personas no modifiquen su conducta usen el transporte público.
Repetimos lo dicho por Garrett Eucalitto, “los choferes son piezas importantes en esta situación” añadiendo que las agencias relacionadas con el tránsito en las carreteras están trabajando de un modo unido para reducir las muertes y solucionar el problema. Esto es loable pero lamentablemente no se nota: 323 muertos en el año 2023.
Se podrán instalar anuncios de emergencia intermitentes para mostrarle al infractor donde hay salidas y entradas en las carreteras. Se puede aumentar el personal de la policía estatal custodios de las carreteras. Podremos utilizar drones para detectar a los infractores desde las alturas, pero hay UN asunto que las autoridades no pueden controlar y es la impredecible conducta de los ciudadanos choferes.
Estos conductores quienes pasaron el examen teórico y práctico exigido por el Departamento de Vehículos y Motores o han olvidado las lecciones del reglamente del tránsito, estas ya no les importan, beben en exceso antes de manejar, han consumido marihuana que ahora se vende en lugares accesibles para los que quieren darse una “volada,” o quienes discuten con la novia o familiares mirándoles los rostros a través de los peligrosos celulares.
Pero recordemos que los legisladores estaban proponiendo formas de variar la prueba de la cantidad de alcohol en la sangre de quienes fueron sorprendido bebidos con un grado más exigente, el 0.8. Se trata ahora de impulsar la aprobación en la legislatura de un nivel 0.5 pero he aquí la paradoja. Recordemos que fueron legisladores quienes aprobaron el uso libre de la marihuana recreativa y en sesiones pasadas cuando había dada la importancia del tema un virtual y poco común acuerdo entre la bancada demócrata y la republicana, no se alcanzó a llevar a cabo la votación porque hubo otros asuntos más importantes.
Señores y señoras, los policías tampoco tienen una forma de medir el nivel del tóxico cannabis en la sangre el cual produce alteraciones graves en la conciencia del tiempo y del espacio.
encontrarse con vehículos cuyos choferes han consumido mucho alcohol, otros quienes huyen de otros traficantes de drogas o de los policías, choferes de gigantescos vehículos de transporte de alto tonelaje agotados y somnolientos por las horas excesivas de trabajo y quienes utilizan la marihuana recreativa.
También se puede encontrar por las noches con jovencitos y jovencitas autorizados para guiar pero que regresan de sus fiestas después de haber consumido bebidas alcohólicas, drogas o cannabis mezclada con fentanilo.