Se nos ha dicho siempre que tener un trabajo es el primer paso para empezar a forjarse un porvenir. Un trabajo es una fuente de estabilidad, de fortaleza; es la piedra sobre la que construimos nuestro bienestar y el bienestar de nuestras familias. Trabajar duro y hacerlo bien, el trabajo bien hecho, es algo que debe hacernos sentir orgullosos; es lo que hace que nos ganemos el respeto y aprecio de nuestra comunidad.
Demasiado a menudo, sin embargo, este empleo que debería ser los cimientos de nuestras familias resulta estar construido en terrenos inestables. Porque en Connecticut, hay muchos empleados que empiezan la semana sin saber ni cuándo ni cuánto van a poder trabajar, ya que en su empleo no tienen horarios ni fijos ni estables.
Poneros en la piel de alguien que vive en un escenario como el siguiente: trabajas a tiempo parcial en un centro comercial (digamos, Walmart o Target), aunque te gustaría estar a tiempo completo. Es domingo por la tarde, y tienes toda la semana por delante llevando tus hijos a la escuela, a entrenar, al médico, y etcétera.
El pequeño problema es que aún no te han llamado del trabajo para decirte qué horas vas a trabajar. No sabes si tendrás turno de mañana, o de tarde, si te toca abrir, o si te tocará hacer el cierre. No sabes si el jefe te llamará un día al azar y te dirá si puedes venir más temprano o quedarte hasta más tarde. Por no saber, no sabes si vas a trabajar doce horas, dieciocho horas, o veinte horas. Lo único que sabes con certeza es que, si te dan doce horas, este mes no te alcanzará para pagar el alquiler, y que una vez te den los horarios, con un poco de suerte vas a pasarte un buen rato llamando a familiares, vecinos, y conocidos a ver si pueden vigilar a tus hijos, o recogerlos, o llevarlos a la parada del autobús esta semana.
Aunque esto pueda parecer extraordinario, esta clase de empleos son habituales. Más de la mitad de los trabajadores de Connecticut cobran por hora. Se estima que dos tercios de ellos se les exige estar siempre disponibles, sin garantía alguna de horarios u horas de trabajadas. Muchos trabajan a tiempo parcial y les gustaría tener más horas, pero se encuentran con horarios erráticos que evitan puntillosamente darles suficientes horas para tener que darles seguro médico. Al menos una cuarta parte reciben sus horarios con menos de una semana de antelación.; la mayoría no pueden hacer planes más allá de un par de semanas. Los que más sufren estas prácticas, como era previsible, son trabajadores latinos y negros, y mujeres.
Es decir: para cientos de miles de trabajadores en Connecticut, su puesto de trabajo no es una fuente de estabilidad, sino un quebradero de cabeza constante que se entromete una y otra vez en sus vidas.
Esta inestabilidad se convierte en una losa considerable en sus vidas. Aparte del estrés constante fruto de esta incertidumbre, es muy, muy difícil combinar dos trabajos cuando uno de tus empleadores puede cambiarte el turno más o menos al azar. Es casi imposible ir a clases en el community college o intentar tener otros proyectos que exijan horarios regulares. Para la familia, y especialmente los hijos, la ruleta constante de cuándo estará papá o mamá en casa puede (y suele) afectar su rendimiento en la escuela.
Varias ciudades y estados del país han tomado medidas para limitar estas prácticas, y obligar por ley a que las empresas respeten el tiempo de sus trabajadores. Son las leyes de “semana laboral justa” (Fair Workweek) que establecen que las empresas deban publicar los horarios de sus empleados con suficiente antelación, o deban pagar una penalización. Estas leyes han funcionado bien. Para los trabajadores, dándoles la estabilidad que necesitan, y para las empresas, que se han dado cuenta una vez aprobadas que sus empleados son más felices y mucho más productivos cuando les tratan con el respeto que se merecen.
En años recientes, Connecticut ha debatido leyes similares, pero siempre se han topado con la resistencia de las empresas. Es hora de cambiar de modelo, y dar a los trabajadores de nuestro estado la estabilidad que necesitan.