El silencio de la noche invade los pensamientos buscando una explicación a los sucesos de la vida, tratado de encontrar las huellas dejadas atrás, buscando la respuesta adecuada que pueda calmar nuestro ser que gime, anhelando la reconstrucción de aquellos anhelos rotos, sintiendo que los sueños fueron lanzados por los vientos y se han perdido en medio de la nada.
El materialismo ha invadido la sociedad; se ha adoptado un sistema impuesto por el modernismo, perdiendo nuestros valores cada día, viviendo en una extrema y ambiciosa vida, frustrados del día de mañana, lamentándose del pasado, olvidando de disfrutar la Luz deslumbrante del presente.
Se dice que la vida no es color de rosa, pero tampoco hay que dejarse agobiar por las cosas que parecen inalcanzables, codiciando lo que otros tienen, viviendo dentro de la cárcel de las frustraciones y lamentos, como si con eso, vamos a solucionar los problemas cotidianos.
Escucho tantos argumentos sobre el dilema de la economía; mientras observo como se elevan los precios que nos ahogan. Muchos comentan que viene una hambruna mundial, otros dicen que hay que retirar todo el dinero de los bancos porque estos están quebrando… El pavor se apodera de los más vulnerables, mientras los valientes, luchan por mantener el barco a flote.
La infelicidad ha caído como sombra en muchos hogares, se han invadido de gritos y resentimientos, se ha perdido la ilusión de un nuevo día, mientras la fastidiosa rutina sigue en compañía del estrés, el cual va aumentando al grado de perjudicar la salud, quedando atrapados dentro del caudal de enfermedades, presos dentro de los límites de la desesperación, buscando la muerte y no la vida, asfixiándose en un vaso de agua, olvidado que nos espera un futuro brillante para disfrutar.
Se dice que donde está nuestro tesoro, allí está nuestro corazón. Por ejemplo, si nuestra prioridad son las cosas materiales: el dinero, una casa, un automóvil, viajes, etc., entonces, a la hora de no poseer nada de esto, o cuando parecen inalcanzables o se pierde todo de la noche a la mañana, ¿qué haremos?, ¿vamos a perder la vida también?
La sociedad se está autodestruyendo y nosotros somos participantes de esta, nos dejamos caer y no hacemos nada para levantarnos, confundidos de lo que pasa, esperando que los altos funcionarios decidan por todos y tomen las riendas que a nosotros nos toca tomar como pueblo; pero mientras estemos divididos, nos seguiremos desboronando sin censura.
Me pregunto, ¿qué sentido tiene enfocarnos en aquellas cosas que tan solo son la añadidura de nuestra vida y restamos valor a lo más importante como lo es disfrutar los más mínimos detalles, que por pequeños que estos sean, es donde encontramos la verdadera felicidad y saciamos la sed de nuestra alma?
La vida es tan corta como para complicarla con preocupaciones, ansiedades, resentimientos, amarguras y la falta de perdón que se enraízan en lo más profundo y corroen los corazones sensibles, se desintegran dentro del torrente venenoso, perdiéndose a sí mismos y a sus seres queridos, colapsando como familia y sociedad.
La vida no es fácil pero tampoco imposible vivirla como es debido, como hombres y mujeres de valor que se paran con firmeza, aprendiendo de sus errores, levantándose sin importar las veces que caen; abren brecha no solo para ellos sino para su familia y una sociedad entera.
Hay que llorar si es necesario, pero no vivir victimizándose, culpando al resto de sus malas decisiones, hundiéndose en sus fracasos, evadiendo la realidad, que tan solo trae frustraciones y amarguras. Solo hay que sincerarse a sí mismos, buscar una atmosfera que nos haga sentir cálidamente aceptados en donde podamos desahogarnos con confianza.
Para cultivar la vida en comunidad se requiere un contacto físico, personas que puedan perdonar sabiendo que nadie es perfecto, gente que ayude al que está en ruina sin criticarlo, que amen en lugar de odiar, que trabajen en equipo en lugar de envidiar, que no den lugar al egoísmo, sino que celebren los triunfos de los demás como suyos propios, sabiendo que el sol nace para todos; siendo perseverantes, trabajadores y caminando bajo la Luz eterna, podemos llegar a la meta.
Hay que disfrutar cada momento, tomarle el sabor a todo, contemplar cada detalle, incluso un pequeño pétalo de una rosa, disfrutar de la naturaleza que nos rodea, reír al ver jugar a los niños, sentir la fresca briza de la playa, mirar el interior de las personas que incondicionalmente están a nuestro lado, y apoyarnos mutuamente para construir la estabilidad social que todos anhelamos.
Nuestra alma susurra, buscando mejores horizontes, suspirando en cada paso, anhelando vernos triunfadores cada día, llenándonos de luz y esperanza, trabajando en el presente, y forjando un esplendoroso mañana.