Las enfermedades no tienen por costumbre revisar cuál es tu pasaporte antes de enviarte al hospital. Si algo aprendimos durante la pandemia de coronavirus, ciertamente, fue que la necesidad de atención médica no entiende de nacionalidades, papeleo o fronteras. Todos nos ponemos enfermos de la misma manera, no importa dónde hayamos nacido, y todos necesitamos ir al médico con la misma urgencia cuando las cosas van mal.
La política de salud en Estados Unidos en general, y en Connecticut en particular, sí que mira pasaportes y estatus migratorios. Nuestro acceso a un seguro médico es contingente a dónde hayamos nacido y qué documentos tenemos. Eso hace que decenas de miles de personas en nuestro estado no tengan derecho a cobertura médica.
Esto genera una variedad de problemas importantes. Para aquellos que no tienen seguro, el vivir con la ansiedad de saber que cualquier problema médico puede acabar costando miles de dólares es un problema constante. De forma más insidiosa, el alto coste de los chequeos rutinarios o incluso tratamientos como enfermedades crónicas como la diabetes hace que sea mucho más probable que decidan postponer o evitar visitas al médico, aumentando el riesgo de complicaciones.
El coste de tener a gente sin seguro médico, además, va más allá de los mismos asegurados. Los hospitales tienen la obligación de tratar a todo el mundo que se presente en urgencias, y harán todo lo posible para cobrarles el servicio después. En caso de que el paciente no tenga seguro, la factura de su tratamiento la envían al estado y gobierno federal, que es quien acababa pagando. El coste es considerable: hablamos de más de 800 millones de dólares al año, sólo en Connecticut.
Por añadido, la pandemia ha dejado claro que la salud es una cuestión pública, no privada. Cuando alguien en nuestra comunidad se pone enfermo y no puede ir al médico, eso tiene un impacto en todo el mundo que vive cerca de él. Las enfermedades se contagian. El coste de cuidar de alguien enfermo recae en todos. La salud es no es algo que podamos restringir según criterios arbitrarios; si no estamos todos en ella, todos corremos riesgos y pagamos costes tarde o temprano.
Los legisladores de Connecticut son perfectamente conscientes de que esto es un problema, y han tomado medidas, en años recientes, para dar acceso a seguros de salud a inmigrantes sin documentos. Por desgracia, lo han hecho tarde, mal y a rastras, aprobando legislación que a pesar de sus buenas intenciones, produce resultados casi cómicos.
El primer paso lo dieron el 2021, cuando eliminaron los requisitos de nacionalidad y estatus migratorio para HUSKY, el seguro público de salud para personas que ganan menos del 201% del umbral federal de pobreza… pero sólo si tenían menos de ocho años. Una decisión loable y que hizo que muchos chavales tuvieran acceso a médicos, aunque era difícil entender qué diferencia un niño de seis de uno de diez cuando tienen que ir al hospital.
Cargados de buenas intenciones, los legisladores revisaron la ley el año pasado, subiendo el umbral a los doce años, y permitiendo que cualquiera que tenga HUSKY pueda mantener el seguro hasta cumplir diecinueve. El problema, claro, es para los que tienen trece y no tienen seguro, que se quedarán sin para siempre.
La solución es obvia: hacer que HUSKY esté disponible para todo el mundo, sin mirar criterios de nacionalidad o inmigración. Los inmigrantes, al fin y al cabo, pagan (¡pagamos!) impuestos como todo el mundo. Excluirlos de tener acceso a un seguro médico genera costes y problemas que no son sólo terriblemente consecuentes para las familias que los sufren, sino que nos cuestan dinero a todos a largo plazo.
Más allá del coste de extender la cobertura de HUSKY a todos, que sería bastante modesto, tomar este paso va más allá de eficiencia económica, o salud pública, o argumentos complicados sobre quién paga qué. En este estado vivimos todos juntos, y lo justo, y decente, es que nos preocupemos de la salud de todos. Es profundamente inmoral que un chaval de 14 años, sólo por no tener papeles, no pueda ir al médico sólo porque nació en el lugar equivocado. Es hora de solucionar este error.