Como mucha gente alrededor del Estado, me he pasado esta última semana estresado pensando sobre regalos de Navidad, familiares, cenas y festejos, y todas esas cosas divertidas y entrañables que suceden estas fiestas. No soy el único, seguro, que se pasa estos días nervioso: son muchas cosas que hacer, y es difícil llegar a todas partes cuando uno tiene un trabajo, hijos, tiene que hacer maletas para irse de viaje y además tiene la columna del periódico de esta semana a medio hacer.
El pequeño caos y ansiedad de las navidades, sin embargo, se ve aminorado por el hecho de que mi vida, en general, es bastante apacible. Tengo un trabajo con horario de oficina de nueve a cinco, pudiendo además trabajar desde casa. Mi horario es predecible, y puedo planificar la semana más o menos bien. Este es un lujo, sin embargo, que muchos de los empleados de las tiendas donde estaré haciendo mis apresuradas compras navideñas, especialmente durante las fiestas.
Casi dos tercios de la gente que trabaja en comercios, restaurantes u hostelería tienen horarios inestables. Esto es, no tienen turnos regulares que se repiten de un día a otro; es más, a menudo ni siquiera saben qué días van a trabajar durante la próxima semana. Saben que el jefe puede que los llame, pero no saben cuándo, y saben que tendrán trabajo, pero no saben cuántas horas. A la vez, a menudo se encuentran de que turnos con los que contaban al principio de la semana son cancelados en el último momento sin compensación alguna, incluso cuando ya están en su lugar de trabajo. Como consecuencia, no llegan a cobrar nunca ese salario con el que contaban para comprar un último regalito para sus hijos, hacer la compra, o pagar el alquiler.
Esta clase de prácticas laborables afectan aproximadamente a un cuarto millón de trabajadores en Connecticut y a sus familias. Sus efectos son considerables, y van mucho más allá de la incomodidad de vivir con el celular a mano a todas horas, tener que buscar alguien que cuide de los niños en el último momento o tener que cancelar una cena familiar o ir con los críos a ver a Papa Noel. La inestabilidad constante de tener horarios impredecibles es increíblemente estresante, y las familias que los sufren son mucho más propensas a tener problemas para pagar el alquiler. Sus hijos, además, sufren no tener contacto regular con sus padres; los estudios señalan que se portan peor en el colegio y sacan peores resultados académicos.
Lo de tener horarios establecidos y jefes que respeten nuestro tiempo, sin embargo, no debería ser un lujo inalcanzable para estos trabajadores. Y de hecho, en muchos lugares la ley exige que así sea.
Varias ciudades y estados del país (Nueva York, Seattle, Chicago, Oregón, Filadelfia…) han aprobado lo que se conoce como Fair Workweek laws, o leyes de trabajo justo. Su funcionamiento es simple: las empresas deben dar a sus trabajadores sus horarios con dos semanas de antelación. Si les cambian los turnos en el último momento (habitualmente, menos de siete días de aviso) tienen que compensarles, sea pagándoles un poco más por llamarles al trabajo en el último momento, o pagando parte de su salario si les cancelan un turno.
En los lugares donde se han implementado estas leyes, su efecto ha sido inmediato. Los trabajadores están menos estresados y pueden planificar su vida mejor; los estudios indican una marcada disminución del número de familias que tienen problemas para llegar a final de mes, y los niños sacando mejores notas en la escuela. Incluso las empresas se benefician del cambio; los empleados felices son más productivos, y en sitios como Walmart o Gap, donde han implementado horarios predecibles, se han dado cuenta que ahorran dinero.
Así que estas Navidades, mientras compramos regalos, vamos a buscar familiares a la estación o al aeropuerto, comemos fuera con amigos y nos deseamos felices fiestas, acordémonos de los trabajadores que están ahí sirviéndonos con horarios imposibles simplemente porque permitimos que los empleadores los traten de cualquier manera. Es hora de respetar el tiempo de todos, y de aprobar una ley en Connecticut para que esta ansiedad pasajera que vivimos deje de ser una constante en las vidas de muchos.