Si hay algo que todo el mundo tiene claro en Connecticut es que el coste de la vivienda está fuera de control. Los alquileres son altísimos y no paran de subir, y los precios para comprar cualquier cosa más grande que una caja de zapatos están por las nubes.
Los datos reflejan esta realidad. Los expertos recomiendan una familia no tenga que pagar más de un treinta por ciento de sus ingresos en gastos de vivienda; exceder esta cifra se considera una carga excesiva. En Connecticut, casi la mitad de las familias están pagando por encima de ese nivel, y la proporción es aún mayor para familias latinas. De forma aún más preocupante, una cuarta parte de hogares del estado destinan más de la mitad de sus ingresos a vivienda.
Esto es, a todas luces, algo completamente insostenible, así que los legisladores en Hartford están debatiendo legislación estos días para arreglar el problema. Por desgracia, este es un problema con soluciones que son a la vez económicamente muy obvias y políticamente complicadas. Veamos por qué.
Empecemos por las soluciones. Los precios de la vivienda, como casi todo en esta vida, responden a la oferta y la demanda. Demanda hay mucha; Connecticut es un sitio estupendo donde vivir, y la gente quiere mudarse al estado. Esto es bueno, pero hace que los precios suban. Dado que convertir Connecticut en un erial tóxico en el que no quiere vivir nadie no es una solución demasiado deseable, necesitamos intervenir en el lado de la oferta, es decir, construyendo más casas, especialmente casas de tamaño modesto a buen precio que están al alcance se personales normales.
Esto es, precisamente, lo que no estamos haciendo, ya que si en algo destaca Connecticut es su completa, radical, y tozuda oposición a construir más vivienda. Sólo hay un estado en todos los Estados Unidos que ha permitido construir menos casas por cápita que Connecticut, Rhode Island. Así que tenemos mucha demanda, pero la oferta no aparece.
Esto sucede porque en Connecticut, La decisión de construir más vivienda no depende de constructores, inversores o inmobiliarias. La vivienda es un mercado muy, muy, muy regulado, donde los municipios utilizan su normativa sobre urbanismo para decidir quién puede construir qué en cada lugar. Lo que hemos visto estos últimos años es que, en gran parte de Connecticut, estos municipios están prohibiendo o bloqueando la construcción de viviendas asequibles allá donde pueden.
¿Por qué? En nuestro estado, son los municipios quienes pagan las escuelas, y para ello tienen que usar el impuesto sobre la propiedad. La mejor manera de hacerlo es tener pocas casas tan caras como sea posible, y desde luego, pocas familias trabajadoras con hijos llenándoles las escuelas. Esto no lo hacen, por supuesto, por motivos racistas; es para preservar zonas verdes, o evitar que haya demasiado tráfico, o mantener el carácter pastoral de la comunidad, etcétera. Que el resultado sean montones de segregación racial es totalmente casual, pero ese es otro tema.
Una solución obvia, entonces, es que el estado apruebe una ley diciéndole a los municipios de que ya os vale, y forzándoles a construir más donde tenga sentido tener más viviendas. Este es el caso, por ejemplo, de H.B. 5429, una ley que impide a los municipios bloquear la construcción de vivienda multifamiliar con cierta densidad cerca de estaciones de ferrocarril. Esto tiene la doble virtud de reducir la dependencia del transporte privado (la gente puede usar el tren) y crear más vivienda, haciendo que los precios tiendan a bajar. Otra ley, H.B. 5204, simplemente ordena a los municipios que no están construyendo vivienda asequible que lo hagan de una vez, una solución un poco menos elegante, pero también eficaz.
Ambas propuestas se enfrentan, por desgracia, a una oposición atroz. Aunque construir es bueno para la economía y nuestros bolsillos, a mucha gente con dinero en estos municipios ricos les horroriza que “esa gente” pueda comprar casas cerca de ellos. Y están protestando como locos.
Así que nos va a tocar hacer ruido, y pedir a nuestros legisladores que se construya más, digan lo que digan los pelmas que quieren mantenerse segregados. Y en las ciudades donde hay sitio y ganas, como New Haven, seguir construyendo casas – que este es un sitio bonito, y queremos que haya sitio para todos.