“Que los logros de este año sean solo semillas para ser plantadas y que se cosechen con enorme éxito en los años venideros”
Estamos por terminar el año, llegando a una de las estaciones más hermosas pero nostálgicas a la vez, y es que cuando se acerca la Navidad, vienen a nuestra mente las metas que logramos durante el año y aquellas que por más que lo intentamos, no se lograron. Algunos se sienten satisfechos y felices, mientras que otros, se sienten frustrados, quejándose que siempre es lo mismo, y tristes de no haber podido realizar sus metas, o quizás fue un año de perdidas.
Pero, independientemente como haya sido tu año, aún en los momentos más difíciles, siempre hay un aprendizaje. Y los éxitos que cosechaste, irán creciendo conforme pase el tiempo. Creo que nacimos para ser victoriosos, levantarnos cada mañana, sonreír y brillar como la luz del sol del medio día. No nacimos para ser fracasados, nacimos con un propósito grande que va mucho más allá de todo lo físico y material que podemos ver o palpar.
Diciembre es un mes en donde hay grandes celebraciones, regalos, festines, se dan reencuentros con familiares y amigos, se realizan despedidas de fin de año, viajes, entre otros momentos que seguramente todos atesoramos en nuestro corazón al generar un espíritu que es propio de la época, que crea consigo un sentimiento de paz, alegría y amor.
El espíritu navideño nos acompaña durante esta época del año y nos hace desear estar más cerca de las personas que amamos, mejorando tal vez nuestras relaciones familiares o queriendo dar la mano a alguien que lo necesita; es una época para reavivar los valores aprendidos en casa y en la sociedad; entre ellos, la generosidad, la humildad, la esperanza, el optimismo y la paz… Es la época perfecta para la reconciliación, la reflexión y para dar amor, ya que muchas personas necesitan una palabra de aliento o una buena acción.
Estamos viviendo una época que nunca imaginamos, tiempos difíciles, donde la maldad se ha multiplicado, por lo tanto, el amor de muchos se ha enfriado, le llaman a lo bueno, malo, y a lo malo, bueno. Tiempos de pandemia que ha traído consigo muchos cambios a los que hemos tenido que acogernos y aprender, para algunos seguramente fueron fáciles, para otros no. Las condiciones que todos tenemos son diferentes con relación a nuestras relaciones familiares, de pareja, si tenemos o no trabajo, los ingresos, las deudas, las responsabilidades, la salud, entre otros factores que nos hacen diferentes y desde donde vemos la realidad, la realidad de cada uno.
Es por ello que en estas fechas debemos de tomar un tiempo para reflexionar en lo personal y de todo lo que estamos viviendo, la cual nos permite estrechar relaciones con las personas cercanas ya sean familiares, amigos y compañeros de estudio o de trabajo.
La Navidad también es una época que despierta emociones intensas y complejas al recordar Navidades pasadas con familiares y amigos. Pero ahora han fallecido seres queridos, el divorcio ha eliminado a otros de nuestras vidas, y algunos de nuestros amigos ya no son amigos dada la atmósfera políticamente cargada en la que nos encontramos. Y así, extrañamos a aquellos que, en el pasado, hicieron de este día tan especial.
Pero no todo es pesimismo. La Navidad también es una época en la que surgen algunos de nuestros pensamientos más preciados.
Se dice que Navidad viene del latín “Nativitas”, que significa “nacimiento”, y la cual es una de las festividades más importantes del cristianismo, que conmemora el nacimiento de Jesucristo, el Hijo de Dios en esta tierra, cuyo propósito fue traer salvación, paz y amor a la humanidad. Pero por lo general, el verdadero significado se ha perdido, y tan solo es una celebración y nada más.
Pero nosotros seremos la diferencia en esta Navidad, la convertiremos en esa época perfecta para escribirle o llamar a esas personas importantes con las que tal vez hace rato no charlamos, o decirles a las personas que nos rodean lo importantes y valiosas que son para nosotros. Es además una época para recordar y vivir las costumbres, por ejemplo; la decoración de la casa, encender las luces, la preparación de recetas navideñas, una experiencia sin duda exquisita y que ayudará a que los más jóvenes las aprendan…, pero, sobre todo, la época perfecta para recordar al Salvador del mundo.
De esta manera, en esta Navidad llenemos de “amor”, de la manera en que Dios nos ama, así también nosotros tenemos que amarnos. El amor que el Eterno nos da, es el “amor ágape”, que literalmente significa un amor que es incondicional. Es decir, es un amor que da todo, un amor sin expectativas de retorno, un amor sin mancha por motivos egoístas o ambiciones. Esto es evidente que sin importar cómo nosotros respondamos, Dios el Padre envió a su único Hijo a rescatarnos, darnos libertad de la opresión y llenarnos de paz y amor.
En su amor infinito e incondicional, Jesús vino a convertirse en ese sacrificio perfecto por nuestros pecados. En su amor, Jesús dio su vida para que pudiéramos tener el don de la vida eterna. ¡Eso sí que es un regalo! Y es un regalo para todo el que quiera recibirlo.
La Navidad se trata de que Dios se vuelva humano para cambiar el curso de la historia humana. Por lo tanto, el corazón de Navidad es el corazón de este bebé nacido en un establo en el pueblo de Belén hace más de 2.000 años, y es verdaderamente un corazón de amor. “Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado; y el principado estará sobre su hombro. y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz” (Isaías 9:6).
Es necesario volver a las verdaderas raíces, darle el significado en nuestro corazón que realmente vale la pena, sentir la libertad y el amor del Eterno dentro de nosotros, y permitir que su Espíritu nos llene de paz y amor, y de esta manera proyectarlo como una luz resplandeciente, dentro de una sociedad en oscuridad.
¡Te deseo que pases una Feliz Navidad y un grandioso Año Nuevo 2024!