Después de semanas de dudas, el gobernador Lamont decidió vetar el proyecto H.B. 5002, la ley sobre vivienda que la Asamblea General aprobó tras meses de debate.
He escrito bastante sobre esta propuesta en los últimos meses. Aunque no era perfecta, era, con diferencia, la mejor iniciativa en décadas para enfrentar el problema más urgente del estado: la falta de vivienda.
Muchos de los desafíos que enfrentamos parten de ahí. ¿Poco crecimiento del empleo? Resultado de una población estancada, porque no hay viviendas. ¿Baja movilidad social? Ligada a la segregación residencial por raza y nivel económico. ¿Congestión vial? Falta de viviendas cerca del trabajo o del transporte público. ¿Costo de vida alto? Impulsado sobre todo por los precios de la vivienda. ¿Desigualdad en las escuelas? Consecuencia también de la segregación residencial.
Hacer la vivienda más accesible no resolverá todos estos problemas, por supuesto. Pero lo que está claro es que no podremos solucionar ninguno de ellos sin arreglar la vivienda antes. A pesar de ello, Connecticut ha ignorado el problema durante décadas en vez de arreglar nada.
Este año, por fin, se avanzó un poco… para terminar otra vez en el mismo lugar: la inacción.
Quienes se oponen al H.B. 5002 —o a cualquier otra reforma parecida— suelen argumentar que este es un problema muy complejo. Que hay que pensar en el tráfico, el drenaje, los humedales, el impacto en la calidad del aire, el carácter de los pueblos, la estética, los árboles, las calles, el karma y mil cosas más. Cada propuesta es recibida con una lista interminable de objeciones, algunas bien intencionadas, muchas completamente cínicas. A veces parece que la meta no es mejorar nada, sino bloquear cualquier cambio.
El resultado es que las leyes que parten de ideas claras y sencillas acaban cubiertas de asteriscos, notas al pie, excepciones, condiciones especiales y cláusulas ambiguas. Y al final del proceso, esos mismos críticos dicen que la propuesta es demasiado complicada y que mejor dejemos que cada pueblo siga enfrentando la crisis a su manera. Es decir: no haciendo nada para arreglarla.
Siempre he creído que, en políticas públicas, los matices y detalles importan. Pero, en este caso, tanto matiz solo sirve para no hacer nada. Porque esta crisis tiene una solución central que debe estar en el corazón de cualquier reforma:
Construir. Más. Vivienda.
Así de simple. Si queremos que la vivienda sea más accesible, hay que construir más viviendas. En todas partes. De todos los tipos. Cuantas más, mejor. Edificios altos con muchos apartamentos. Tríplex, casas adosadas, pisos de soltero, estudios, incluso viviendas unifamiliares. Queremos edificios de lujo con toda clase de extravagancias, y bloques de pisos modestos pero bien construidos. Queremos promotores construyendo viviendas. Queremos vivienda pública. Lo esencial es construir mucha más vivienda.
¿Hay matices? Por supuesto. No deberíamos construir sobre una zona inundable. Un edificio enorme sin acceso al alcantarillado es mala idea. Es razonable priorizar las zonas con acceso al empleo y al transporte público. Pero esos son detalles que se deben resolver después de responder la pregunta clave: ¿esto permite construir más vivienda? Si la respuesta es no, entonces no estamos haciendo lo que debemos.
Y sí, estoy evitando a propósito la palabra “asequible”. Porque muchas veces, cuando ponemos “vivienda asequible” en una ley, lo que hacemos es complicar la solución más efectiva para bajar los precios, que es construir más vivienda.
El proyecto H.B. 5002, con todos sus compromisos y limitaciones, avanzaba en esa dirección. Eliminaba los mínimos de estacionamiento, lo que permitía construir más unidades por parcela a menor precio. Connecticut no tiene un problema de estacionamiento: tiene un problema de vivienda. También abría la puerta a construir en zonas comerciales ya desarrolladas, donde ya hay infraestructura, y ofrecía incentivos para construir cerca del transporte público.
¿Era suficiente? No. Pero era un paso firme en la dirección correcta.
En los próximos meses vamos a escuchar toda clase de argumentos sobre vivienda, según los legisladores se preparan para aprobar una nueva ley. La mejor forma de distinguir entre los que quieren solucionar la crisis y los que buscan bloquear soluciones es si sus ideas van a construir más viviendas o no. El resto es ruido de fondo.